Hoy me he descubierto escribiendo de nuevo y me ha gustado. Era una sensación que ya casi tenía olvidada y me resulta muy reconfortante. No se parece en nada a escribir un informe para una práctica, un mensaje a un amigo o una entrada para el blog. Escribir algo que nace directamente de mi imaginación, de ese lugar en mi interior que todavía bebe relatos cargados de sueños y fantasía, es casi... mágico. O al menos es distinto a todo lo demás.
Supongo que es esa sensación creadora que experimenta el músico, el pintor, el escultor o cualquier otro tipo de inventor. Inventores de ideas. Inventores de cosas.
Hoy quería haber escrito una entrada sobre las portadas de los libros. Sobre cómo enganchan o espantan al futuro lector, sobre su vital importancia, sobre cómo me gustan a mí. Sin embargo, una vez más, he terminado hablando de mí y sólo de mí. Pediría disculpas si no estuviera tan absurdamente pletórica en este momento.
Ahora vuelvo con mis personajes, que se han quedado abandonados en mitad de una pelea. Espero poder compartirlos con vosotros pronto.
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