Últimamente me molestan muchas cosas, no sé si es culpa de mi estado de ánimo, del tiempo o del mundo, pero llevo una temporada un poco exaltada. En realidad paso de la exaltación al desánimo y la apatía, pero eso es otra historia. La cuestión es que he tenido que contener las ganas de morderos un ojo, pegaros una patada en la boca y saltar sobre vuestro estómago más veces de lo habitual. Sé que soy una perra mala y arisca, pero joder, vosotros tampoco hacéis nada por controlar la estupidez.
Una de las cosas que peor me sientan es que me acuséis de tener un ataque de nervios. En primer lugar, no me habéis visto realmente descontrolada en ningún momento. Ninguno de vosotrxs. El día que me veáis chillar y partir dientes a diestro y siniestro, reír y llorar mientras invoco deidades y hago el pino, entonces podréis decirme que me relaje porque tengo un ataque de nervios. Hasta entonces, a callarse la puta boca. Por favor.
Pero más allá de mi magnífico autocontrol, toda esta mierda del ataque de nervios me recuerda demasiado a Freud y sus histerias orgásmicas. Nunca os he oído acusar a un muchachote de tener un ataque de nervios, ni siquiera cuando les he visto gritar y golpear como pequeños Hulks desatados. Y no es culpa de la luna ni las hormonas que yo me altere, la sangre no me nubla la razón. Los hombres también tienen ciclos hormonales, muchos más que nosotras en realidad, ya que los suyos son más rápidos (diarios me parece), pero con ellos no lo usáis como excusa para llamarles poco más que lerdos del culo irracionales, ¿no? Vaya coincidencia. Si este tema no tuviese ese casual tufillo machista, no me sentaría tan mal. O puede que sí y resulta que solo soy una histérica paranoica. Pero eso sería ponéroslo demasiado fácil.
Si mi ordenador muere tragándose todos mis archivos, incluida la maléfica ficha para Métodos que llevaba tres horas haciendo, disculpadme si necesito gritar y romper cosas. Admiradme cuando lo único que pasa es que pongo cara de mala leche o hablo más tensa y agresiva de lo normal.
Si me hacéis sentir utilizada hasta que las naúseas y la necesidad de quemarlo todo son irrefrenables, alegráos por que me limite a ser más brusca y cortante y mandaros cariñosamente a la mierda.
Si me veo sobrepasada cuando intento poder con todo, inclusive vuestras mierdas, tendríais que agradecer que todo lo que haga sea apartarme un momento para recomponerme en lugar de chillar, golpear y, una vez más, quemarlo todo.
Joder, deberíais dar gracias porque sea un perra histérica tan razonable, porque el día que me desquicie de verdad va a arder Troya.
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