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1/6/12

Chocolate


Aquel día estaba muy nerviosa. En realidad llevaba una larga temporada muy nerviosa. Y por supuesto, tú tenías la culpa. Tú y solo tú eras la razón por la que me sudaban las manos, por la que no era capaz de concentrarme,... bien, es muy posible que incluso hoy siguieses teniendo ese mágico efecto sobre mí. Maldita sea, tú habías conseguido que me doliese el corazón de tanto pensar.
Era el último día de clase, el final que todos esperaban con ansia. Yo solo deseaba que no llegase nunca. Después de ese día puede que no volviese a verte, quizás desaparecerías de mi vida, tal vez los años borrarían tu recuerdo, y tu nombre, tu rostro, volarían de mi memoria. No, yo no veía el fin de curso como motivo de fiesta.

Y sin embargo, ahí estábamos, en la puerta, despidiéndonos de todo lo que dejábamos atrás. Hubo muchas lágrimas aquel día, creo que incluso a ti se te escapó algún pequeño sollozo entre abrazo y abrazo. Eso era lo que más me gustaba de ti, tu ternura y tu fuerza. Al verte allí, sonriendo con determinación mientras te esforzabas por contener la pena, tan solo quise estrecharte con fuerza, apretarte contra mi pecho y alejarte de todo aquello.
Al final lo conseguí. No, no como habría deseado, no te rodeaba entre mis brazos, pero al menos nos alejábamos del tumulto y estábamos a solas. Llegamos a la puerta de tu casa y por fin comprendí la escena que se había montado hacía unos minutos, el dolor de la separación, la frustración. ¿Era eso lo que habíais sentido vosotros?

—Te echaré de menos —murmuré, vacilante.

Aquello era demasiado complicado. Toda la determinación que había acumulado durante semanas... durante meses, parecía haberse esfumado.

—No, no vamos a dejar de vernos —fue tu respuesta.

Creo que sonreí con tristeza, jamás dejaría de admirar tu inocencia. ¿Existen los Reyes Magos? ¿Mantendríamos el contacto?

—Yo... verás... hay... hay una cosa que quería pedirte...

—Claro, lo que sea —te ofreciste sin dudar.

Lo que sea. Cualquier cosa que me pidas. Esas palabras taladraron mi cerebro y mi hicieron querer chillar de frustración. Todo podría ser tan fácil... Si tan solo fuese un poquito más valiente y tú me importases un poquito menos...
Te miré y una vez más me perdí en esos llanos ojos marrones que me traían loca. Tu rostro sincero y esa mirada alegre y franca me habían conquistado desde el primer momento. Estabas apoyada contra la pared despreocupadamente. Si tan solo hubieses podido atisbar mi mente por un segundo, no habrías estado tan tranquila. Mi cerebro maquinaba contra mí, mostrándome todas las formas en que podría acercarme a ti y tocarte antes de verte desaparecer. Porque incluso en mis más sucias fantasías tú siempre terminabas escapando de mí. Después de todo seguía siendo una persona realista.

—¿Eva? —llamaste al ver que no respondía.

Levanté la barbilla en un último gesto de orgullo y, haciendo de tripas corazón, te besé. A mi contacto te quedaste rígida. Intenté ser dulce y gentil mientras tomaba todo lo que podía de ti. Un segundo mis labios se posaron sobre los tuyos con una suave caricia, al siguiente mi cuerpo se pegó al tuyo, intentando grabar tus curvas sobre mi piel. Otro más y ya te habías desecho de mi abrazo... Un abrazo en el que ni siquiera me había dado tiempo a rodearte con mis brazos y estrecharte con fuerza.

Había horror en tu cara, tus ojos me observaban con miedo, como si acabase de desvelarme como el hombre del saco. ¿Había valido la pena? ¿De verdad un suspiro fugaz contra tu boca valía el precio de la amistad? Me humedecí los labios con nerviosismo y encontré mi respuesta. Ahí estaba tu sabor, impregnando mi piel, alimentándome. A partir de ese momento cada onza de chocolate que probase me haría pensar en ti.

—¿Estás loca? —tu voz fue mucho más aguda de lo normal, un pequeño grito aterrado—. ¿Por qué demonios has hecho eso?

—Porque quiero estar contigo.

Las palabras se deslizaron de mis labios antes de que fuese consciente de ello e inmediatamente me arrepentí. No porque fuese mentira o me avergonzase. Si no hubiese tenido tanto miedo por ti, haría mucho tiempo que serías mía. Fue tu reacción. El rechazo.

—Sandra, no voy a... Solo quería que lo supieras antes de perderte.

Pero no había forma de arreglarlo, el juicio ya se había emitido. Yo pensé que me querías. Que éramos amigas. No te pedía nada más que aceptación, no buscaba amor, no lo esperaba. Ni siquiera comprensión. Tan solo me habría bastado con que no te hubieses alejado de mí.

—No.

Rotundo, definitivo. Nada más decirlo te marchaste, dejándome allí tirada como una imbécil. No te culpaba, sabía lo que arriesgaba cuando lo intenté, pero de alguna forma, en lo más profundo de mi corazón, había soñado otra cosa.

Te miré alejarte y había lágrimas en mis ojos. ¿Realmente había valido la pena?

La falda recortaba tus piernas, tu cadera se contoneaba en un movimiento fluido. Me relamí con placer. Al menos había probado tu sabor.

Sabor a chocolate.








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Image by mad-o-femme


Vuelvo a recuperar relatos. Chocolate tiene ya unos años y cada vez me parece más lejano, pero no deja de despertar en mí cierta ternura, me hace pensar en la inocencia de esos primeros "me gustas". En la torpeza, el miedo, la ilusión,... Todas esas cosas que me gustaría haber plasmado y queda en vuestras manos imaginar. Así que hoy que tengo el día tonto, lo saco del cajón una vez más.