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23/5/14

Dudo

Dudo. Dudo y vuelvo a dudar. Dudo de todo, dudo de lo que veo, de lo que percibo y de lo que siento. Dudo de lo que recuerdo y de lo que no sé si olvidé. ¿Si no lo recuerdo, realmente sucedió? ¿Pensarlo le concede realidad? ¿Le otorga existencia? Y si no es así, ¿el mero acto de pensar me asegura existir a mí? Cogito ergo sum. Jodido Descartes, qué engañada me tenías. Si dudo de mi pensamiento, ¿cómo podría este asegurar nada, y mucho menos algo tan trascendental como mi existencia, mi realidad? Pero existo, lo sé. Existo porque quiero. Existo, al menos, en mi autoconcepto, incluso si este no es real. Existo por pura autodeterminación, existo porque me nombro: Yo. A eso se reduce la realidad, mi realidad. Existo porque soy. No es el pensamiento sino el lenguaje el que determina mi existencia y si el lenguaje limita el pensamiento debe ser previo a este, ¿no? Pero el lenguaje nace del pensamiento. Existo porque me nombro, Yo, y si me nombro, ¿existo previa al pensamiento? ¿Es la existencia lo que me da capacidad de nombrar? Existo a través del lenguaje entonces, no por el lenguaje. El lenguaje me da realidad (quizás no existencia) y me ofrece los criterios para percibir la existencia externa a mi yo. Ese mundo exterior puede que exista tan solo en mi percepción o bien, puede existir una realidad externa a mí independientemente de mi existencia, de cómo la perciba, la piense y la nombre, pero nunca lo sabré porque yo existo en mí y sólo sé lo que conozco a través de Yo.

Hasta aquí bien. Recobro la estabilidad, respiro (o pienso que lo hago) y me vuelvo material. El mundo es sólido a mi alrededor porque así lo percibo. Soy de carne y hueso porque así me pienso, aunque también soy de pelo, mucosas y membranas. Soy lípidos, azúcares y vitaminas, ¿pero lo era antes de pensarlo? ¿Y antes de nombrarme así?

Un momento. Si soy porque de esta forma lo pienso y me considero (real, existente), ¿qué pasa con los sentimientos y emociones? No me nombro amor ni me sé miedo. Pero lo siento. Siento amor, lo nombro, existe. Ese sentimiento existe enlazado con otras personas, ¿entonces ellas realmente existen? Tú, aquellos, madre, amiga. ¿Mi pensamiento lxs convierte en reales? Y si así fuera, ¿si ellxs no sienten ese amor, este deja de existir?


Amor, miedo, inseguridad al fin y al cabo. 


Si su pensar condiciona también la realidad, mi amor deja de existir, y sin embargo sigue ahí. Pero si ellxs existen a través de mi pensamiento, de mi yo y mi existencia, ¿cómo podrían existir y pensar de forma distinta a como yo lxs pienso? ¿Si lxs pienso con amor, cómo pueden no ser con amor? Quizás lo son pero no lo saben. Quizás no soy yo quien lo determina, puede que mi pensar no sea el origen y sólo soy porque alguien me piensa. ¿Y si nadie me pensase a partir de ahora, podría seguir existiendo al pensarme ya a mí misma o me difuminaría en la nada como ese amor que viene y va?

Quizás la existencia es otra cosa, algo ajeno a nuestro (¿mi?) pensamiento. Quizás existimos sin pensarlo y la realidad simplemente es. Quizás somos todxs locxs que vagan por la realidad dudando de sí mismxs, olvidando la cordura por el camino. ¿Pero qué es cordura, realidad, existencia? Sus límites se difuminan en matices innombrables del lenguaje. Si no los nombro no existen y por tanto, no hay límites, la existencia no tiene límites y no tiene sentido la no-existencia. Entonces, por fin, simplemente soy, por mucho que no sepa lo que soy.

18/4/14

Déjate llevar



Cierra los ojos y déjate llevar, decían. Déjate llevar. Disfruta el momento, exprime el presente. Maldito presente, pensó, malditos todos por animarla a descarrilar de forma tan estrepitosa. Maldito momento, maldito destino que había unido sus caminos. Maldito pasado que las había empujado hasta el mismo instante y el mismo lugar. Malditos, malditos todos.

Suspiró y se arrebujó entre las sábanas, inspirando con secreto placer el aroma que la envolvía. El suave poso del suavizante se entremezclaba con rastros de perfume y sudor que emanaban del cálido cuerpo a su lado. Apretó las piernas con una sonrisa, notando la cálida humedad de la excitación alzarse de nuevo en su interior. Déjate llevar, decían. Si se dejase llevar, aquello no acabaría nunca. El mundo desaparecería una vez más a su alrededor, el tiempo dejaría de pasar, y quedarían atrapadas entre las sábanas para siempre. Déjate llevar.

Cerró los ojos, intentando recordar el momento en que todo había empezado. ¿Había sido con la primera mirada? ¿La primera palabra? ¿La primera respiración? No estaba segura. Quizás había sido más adelante, con algún roce imprevisto, una combinación especial del discurso. O quizás se tratase de algo mucho más inespecífico, uno de esos momentos en los que de pronto todo cobra sentido. ¿Acaso importaba? ¿Era verdaderamente importante el por qué, el cuándo o el cómo?


Un suave movimiento de ella lo borró todo. La suave respiración de aquel cuerpo dormido calentaba su cuello y arrastraba con cada espiración un pedacito más de su razón y conciencia. Nada importaba, nada tenía sentido. Nada, no había nada más en el mundo que aquel maravilloso olor a canela que la inundaba. 


6/6/13

No saber

He oído muchas veces eso de "ojalá no supiera esto o aquello.... La ignorancia da la felicidad" y no puedo hacer menos que reírme. No os lo creéis ni vosotros. La ignorancia tan sólo ofrece dudas e inseguridad y quizás tengamos diferentes definiciones de felicidad, pero si la vuestra incluye estas dos cosas, quizás deberíais revisarla.

No saber es no poder actuar. No saber te bloquea el avance hacia cualquier sitio porque ni siquiera conoces tu destino. No saber es incertidumbre, es miedo a la oscuridad. La ignorancia te impide saber lo que vendrá, te impide prepararte, tomar decisiones, te arrebata cualquier control y cualquier capacidad de decisión.
La ignorancia significa dejarte mecer apaciblemente cuando sople la brisa, sí, pero también dejarte arrastrar por la tormenta y sucumbir contra los riscos.

La ignorancia es la muerte. La muerte de la mente y del espíritu, y si me apuras, la muerte del cuerpo cuando  no sepas curar tus heridas ni defenderte del peligro que llegó cuando no estabas preparado. La ignorancia es el vacío, es no tener nada y querer la ignorancia es no querer nada.


Disfrutad de vuestra ignorancia, porque a mí me aterra la venda que me ciega y me bloquea.

26/4/13

Estado de sitio

Las pruebas de la batalla son desconcertantemente escasas. Un banco cojo, un cristal roto. No queda huella del miedo, la tensión, la adrenalina, la furia  y la violencia que hace unas horas corrían por los pasillos. Nada que esgrimir como prueba del delito, nada que defienda nuestro recuerdo. Nada a parte de la sombra en nuestras almas.

Guardias jurado custodian las puertas. Control de entrada. Control de salida. Control de paso. ¿A dónde vas? ¿De dónde vienes? ¿Cuáles son tus intenciones? ¿Puedes identificarte? No tienes más derechos que los que yo te quiera dar y ya estoy cansado de lo que haces con tu libertad. Prostituye tu mente, vende tus ideales y hablaremos. Los demás ya lo han hecho, ¿cuál es el problema?
Rebeldía, revolución y principios son patrañas de la juventud. Crece de una vez, maldita sea. Ya no eres un crío para jugar a quemar las calles. Deja de soñar. ¡Despierta! Esto es la realidad. Mi realidad. Y tú estás en ella.

Te he enseñado lo que es una buena vida. Te he enseñado a lo que debes aspirar, en lo que debes creer, lo que debes pensar. Nunca te habías quejado, ¿cuál es el problema? Si quieres conseguir todo lo que deseas, ya sabes lo que tienes que hacer. Yo te he dado anhelos y herramientas para conseguirlos, ¿cuál es el problema?

Sonríe y asiente. Así, muy bien. Otra vez, por mí. Muchas gracias. Rellena el formulario, abona las tasas y ponte en la fila. Tendrás que deshacerte de tus creencias e ideas, pero no te preocupes, te daré otras nuevas. Y puedes quedarte con tu gorra, tus pantaloness y chalecos, conserva tu individualidad. Sé que te gusta ser especial. Y podrás serlo, podrás ser cualquier cosa que te haga feliz. Sólo tienes que avanzar con los demás. Entra al redil, verás todas las comodidades que ofrezco.

Así me gusta. Sonríe y avanza. Muchas gracias.

Siguiente, por favor.

17/10/12

Caza



El cazador se movía sigiloso entre las ramas, que se enganchaban a sus ropas como si quisieran detener su avance. Sin embargo, llevaba años recorriendo aquella zona con su pequeño grupo y sabía bien cómo actuar si quería conseguir su trofeo. A pesar de su secreta resistencia, el bosque parecía sumido en un profundo sueño. Una brisa imperceptible, que de vez en cuando susurraba entre las hojas, los incómodos insectos que se pegaban a su piel y el trino aislado de algún pajarillo eran la única prueba de que la vida no había desaparecido de aquel lugar. El hombre no se extrañó. Había visto los troncos apilados en el camino y sabía que unos kilómetros más arriba, junto al lago, los cimientos de una nueva urbanización empezaban a asentarse; no era de extrañar que el lugar se hubiese apagado.

Entonces escuchó unos crujidos y un grito que rasgó la paz durante unos segundos. Una sonrisa perversa afloró en su rostro. Seguramente Juan había localizado a la corza y empezaba a espantarla en su dirección, tan solo debía estar atento y disparar en el momento adecuado. Pero el ruido no se repitió y la corza no apareció. Con un encogimiento de hombros siguió abriéndose paso, sin darle mucha importancia.

No la vio hasta haber pasado de largo. Inmediatamente volvió sobre sus pasos para encontrarse con que no había sido cosa de su imaginación. Una muchacha estaba sentada sobre la rama de un viejo sauce mientras le susurraba una incomprensible melodía a una bola de pelo ensangrentada que acunaba en su regazo. Y a pesar de lo desconcertante de la escena, lo que más extrañó al cazador fue la rama, que parecía enroscarse al cuerpo de la chica, recogiéndola en un tierno abrazo, y descendía hacia el suelo como si en vez de buscar la luz del sol ansiara la comodidad de su ocupante.

—¿Qué ha ocurrido? —su voz rompió el hechizo y el canto se detuvo.

Quiso gritar desesperado cuando ella alzó el rostro anegado de lágrimas y sus miradas se encontraron. El hombre sacudió la cabeza, intentando disipar aquel extraño sentimiento de agonía que había provocado el silencio. Algo en ella estaba mal, pero no alcanzaba a discernir el qué. Quizá fueran esos extraños ojos que parecían vacíos, quizá sus ropas ensangrentadas o quizá era la impresión de haber entrado en un sueño. Pero antes de que pudiera pensar con claridad la cuestión perdió importancia. Olía a flores.

—¿Te encuentras bien, pequeña?

—La vida se agota —susurró ella melancólicamente.

—¿Cómo te llamas? ¿Te has perdido?

Debía sacarla de allí, pensó, no quería estar de cacería con una niña dando vueltas entre la maleza. Así que se acercó un poco más, tendiéndole la mano para ayudarla a bajar del árbol, pero ella no se inmutó.

Shizen no Fukushû. No puedo permitirlo.

—Claro —dejó caer la mano, sin entender. No parecía estar muy bien de la cabeza—. Lo primero es que bajes de ahí y....

—Yasei Shizen —de pronto su voz tomó fuerza, se volvió firme y amenazadora—. Me llaman Yasei Shizen, hombre, cuida lo que dices en este lugar.

—Te llevaré a casa, ¿de acuerdo? Déjame ayudarte a volver al pueblo.

Ella rió con fuerza. El viento tomó energía y sacudió los árboles al son de sus carcajadas.

—¿Eso te gustaría? ¿Crees que puedes socorrerme? —se deshizo del pequeño cadáver, que rodó hasta los pies del hombre. El conejo, de pelaje pardo, estaba abierto en canal—. Sí, no dudo que quieras hacerlo, eso aliviaría tu conciencia, ¿verdad?

—Vamos —ordenó él, volviendo a tenderle la mano—. Tus padres no deben estar muy lejos. Estamos de caza y podrías hacerte daño.

—Caza —escupió la palabra como si le quemase en los labios—. Destrucción. Muerte. Eso es todo lo que sabéis hacer. Ah... dulce venganza —echó la cabeza hacia atrás con una brusca sacudida e inhaló lentamente—. Sí, Yasei Shizen ha llegado.

Desechó la ayuda que le ofrecía de un manotazo y estiró las piernas hacia el suelo. Entre maravillado y horrorizado, el hombre observó cómo la nudosa rama deshacía la presa en torno a la chica y se amoldaba a ella, cambiando de forma, hasta que sus pies reposaron sobre la hierba.

—¿Qué...? —las palabras se le enredaban en la lengua— ¿Cómo diablos has...?

No entendía nada de lo que estaba ocurriendo. Tal vez esa cría no era una dulce muchacha perdida en el bosque, tal vez lo mejor sería alejarse de allí lo más rápido posible. Pero se quedó donde estaba, mirando la sangre del conejo en sus botas. Olía a flores. Una estúpida sonrisa afloró en su rostro, siendo recompensada con una juguetona risa de niña. Ella empezó a dar vueltas a su alrededor, riendo y tarareando, sumida en su propio juego secreto.

—Asesinos. La Madre clama venganza —cantó—, 2Okuninushi está en camino. Todo daño recibirá su castigo. Sois muerte de acero y cristal que hiere la Tierra... ¡Y seréis sepultados por su furia salvaje!

Se detuvo, y sin dejar de murmurar para sí la enfurecida melodía, cogió un de los cuchillos que llevaba el hombre al cinto.

—Hoy el bosque también ha salido de caza. ¿Imaginas ser el conejo?

Clavó el arma en la flácida carne de su estómago y con una sonrisa cruel le abrió el vientre en canal. El hombre se desplomó en el suelo, bañando la tierra con su sangre, sin borrar esa expresión de vacía alegría de su rostro. Olía a flores.



*Shizen no Fukushû: En japonés, venganza de la naturaleza.
*Yasei Shizen: En japonés, naturaleza salvaje .
*Okuninushi: En la mitología japonesa, señor de la Tierra.




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Este relato es de la época en la que estaba descubriendo Japón y su encanto adictivo, así que me encantaba llenar los textos de palabras o expresiones en japonés. Ahora me parece un poco estúpido llenar un texto de trabas y tropezones, y estoy un poco desencantada con toda la literatura sobre (o ambientada en) Japón, escrita desde fuera y llena de palabras en japónés que busca un exotismo desmesurado, como si el país no tuviese suficiente encanto por sí mismo.Sin embargo, al escribirlo me pareció una clave importante, así que os lo dejo para que penséis en sádicas duendecillas niponas protectoras del bosque.