Miró anhelante los gruesos y cálidos calcetines que reposaban en el suelo, al alcance de su mano, esperando ser llenados. Pero la laca estaba fresca y por una vez, casi perfecta.
Ah, los pequeños sacrificios.
Ah, el cambio climático.
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Y aunque para vosotros no tenga importancia, aunque no os parezca nada más que otro post cualquiera, yo he decidido llamarlo relato. Microrrelato, para ser más exactos. Y con ese nombre, no puedo evitar sentirme marvillosamente orgullosa de estas pocas palabras que, después de tan larga sequía, han acertado a colocarse con un cierto toque literario.
Magia.
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