Ramiro. Un nombre de esos que ya no se llevan. Creo que hacía unos tres o cuatro años que no le veía, aunque quizás fuesen cinco o seis. En realidad es una de esas personas que forman parte de la infancia y existen en el recuerdo de forma nebulosa y difusa.
Hoy me he reencontrado con su cuerpo de aspecto cerúleo a través de una vitrina. Muerte súbita, como si se tratase de un recién nacido.
Nunca he entendido la razón de reunirse ante un ataúd abierto y velar un cadáver en exposición. Y sin embargo, allí estábamos: decenas de desconocidos dándose el pésame y besándose las mejillas como en un coreografía previamente estudiada. Las frases hechas flotaban en el aire y todo parecía ridículamente artificial.
El tantatorio estaba atestado de gente que en el interior de los cuartitos, cada uno asignado a un difunto como si de un hotel se tratase, se paseaba lánguidamente, ahogada en la pena, y en el exterior charlaba con ánimo. Se oían gritos y risas, los niños corrían y saltaban,... Aquello parecía un parque. Y de pronto, al cruzar la puerta, cada uno recuperaba su papel en aquel macabro vodevil.
No, definitivamente no entiendo la necesidad de exhibir el cadáver de un ser querido y orquestar todo el sinsentido que suele acompañar a las reuniones sociales.
El circo de la muerte ha llegado a la ciudad. ¡Pasen y vean! ¡Jóvenes y viejos! ¡Los cadáveres más frescos!
Definitivamente yo quiero que me incineren, y que lo hagan cuanto antes. No me gustaría que un puñado de gente se congregase ante mi cuerpo pálido y tratado químicamente para conservarlo. Tampoco querría los respetos de nadie, aprovechad ahora para decirme lo que queráis, después no servirá de nada.
3 comentarios:
A mi si me incineraran y luego esparcieran mis cenizas por Central Parck de Nueva York... pues... me harían el muerto más feliz del no-mundo.
Bessssssssos desde BCN :33
Bueno, nunca he estado en un velatorio. Pero, as you say, hay tantas ceremonias "hipócritas" en esta vida... esa es simplemente una más de tantas.
No me preocupa en exceso como se entierra a otros, y si está conforme a los deseos del muerto en cuestión, pues supongo que mejor, aunque honestamente, creo que cuando ya nos hemos ido esas cosas nos importan ya un pimiento. Con lo que el velatorio es más por los familiares... etc. que por la persona en cuestión, a mi modo de ver.
Yo soy de las que piensa que esas cosas, muerte, amor, nacimiento... whatever, son íntimas, al menos cuando ocurren no me da por gritar a los cuatro vientos la noticia o pretender que otros sean partícipes. Pero así como a no haría caso a quien me dijera que actuara de otra forma, tampoco iba a pretender cambiar las costumbres de otros. En algunas culturas hasta se comen los cadáveres de sus familiares para que "vivan" dentro de sus seres queridos...
Yo también soy de las de incineradora, aunque antes me gustaría que aprovechasen todo lo posible de mi cuerpo: donarlo todo.
Sin duda, toda las ceremonias que se realicen tras la muerte son para los que siguen aquí. Sin embargo, no puedo evitar pensar que, como tantas otras cosas, no son más que pura tradición. A mí personalmente no creo que me gustase sentarme horas y horas delante de mi ser querido mientras la gente se me acerca a decirme cuánto lo siente y compartir sus recuerdos conmigo. Pero tampoco me he visto en esa situación asi que...
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