El pasado 17 de agosto tuvo lugar en Madrid la ya conocida como "manifestación laica". Y quiero hacer hincapié en ese laica, que no anti-papa. Porque la intención no era oponerse a la visita del Sr. Ratzinger; si no rechazar la implicación de las instituciones públicas y la contribución con dinero, espacios y servicios públicos en lo que no deja de ser un acto privado.
Fue una manifestación legal, que reunió a unas 20.000 personas (que ya son algo más de dos o tres) y encontró problemas desde el primer momento. Antes de empezar ya éramos parásitos, provocadores y violentos y contábamos con la amenaza de un fanático chiflado que apenas olió la cárcel. También nos encontramos con peregrinos que se organizaron para dificultar la manifestación (lo que podríamos llamar... ¿contramanifestación ilegal, por ejemplo?) y contaron, contra toda razón, con el apoyo de la policía.
El otro día, un amigo que estuvo allí como peregrino
Imagen de Zona Retiro |
En un determinado momento (serían algo así como las ocho y pico) un peregrino se plantó a mi lado y, con toda la calma del mundo, sacó un par de rosarios de la dichosa mochila. Se colgó uno al cuello, otro de las manos y se puso a rezar allí en medio. Inmediatamente se abrió un corrillo a su alrededor y se le dirigieron los gritos a él en vez de lanzarlos al cielo, como estábamos haciendo instantes antes. No puedo hablaros de lo que sucedió en todos los puntos de la plaza pero a mi parecer, llamar a esto agresividad es tener probelmas de vocabulario.
El metro y el cercanías se cerraron bien pronto, aunque en cuanto empezó a oscurecer el mogollón se fue disolviendo ligeramente. Aquello parecía más descongestionado, cuando corrió la noticia de que habían detenido a varias personas en la calle Alcalá. Y al poco ya había cordones policiales en casi todas las entradas a la plaza impidiendo el paso. A no ser que fueras adecuadamente uniformado de peregrino, claro, en ese caso los agentes se apartaban gentilmente para facilitarte el paso (en cualquier dirección que fueses). El resto de civiles, todos sospechosos, teníamos prohibida la circulación.
En la calle Espoz y Mina la gente se agolpaba para entrar en la plaza y los que ya estábamos dentro pedíamos que se les permitiese hacerlo. De pronto a uno de los agentes le entró el nervio y empezó a sacudir con la porra a los que estaban cerca. Unos metros más atrás, sentada y manos en alto al grito de "¡Estas son nuestras armas!". LLegan tres o cuatro lecheras. Los polis se remueven y responden a nuestros gritos, no saben muy bien qué les toca hacer. Al poco, el cordón se abrió y un nuevo bloque de gente entró en la plaza.
Volvimos a subir hacia Sevilla para encontrarnos con la misma imagen. Prohibiciones selectivas, sólo pasas disfrazado. Los peregrinos seguían apareciendo de vez en cuando; unos corriendo para pasar desapercibidos, otros imprecando. Todos sabemos gritar. En cualquier caso, reinaba una relativa calma.
Serían más de las diez. En Sol y alrededores había mucha menos gente, pero ya no se podía salir de la plaza. Lecheras por todas partes. Todos los agentes llevaban ya escudos, preparados para cumplir órdenes. Empezaron a estrechar los cercos. Carreras. Desbandadas. La gente llamaba a la calma; correr es peor.
Aquello se estaba convirtiendo en un embudo, no se sabía hacia dónde ir. Coño, estaban todas las calles cortadas. Nacho y yo nos alejamos del mogollón y de pronto nos encontramos en primera línea. Un poli se nos acercó sacudiendo la porra y gritando desde detrás del escudo. "¡Fuera de aquí, coño!" Intentamos apartarnos tranquilamente, éramos pocos en esa zona. No debimos elegir la dirección correcta porque llegaron unos cuantos más, bloqueándonos el paso y blandiendo las porras. ¿Por qué diablos no dejaban los palos quietos, si ni siquiera estábamos a tiro?
Nacho respondió algo, "estamos intentando marcharnos", quizás. Insistió, dijo algo más, pero el diálogo no es una de las habilidades de los agentes.
Nos empujaron a todos hacia Carretas para que volviéramos por donde habíamos llegado. La gente se agolpaba en la boca de la calle, formando un tapón y haciendo imposible seguir retrocediendo. Nosotros seguíamos en primera línea y ante mi mirada cada vez más estupefacta, una chica joven se volvió hacia el poli que la gritaba diciendo algo así como "Pero con calma, ¿eh?". Tras una amenaza de tal calibre, él se vio obligado a lanzarse a por ella, agarrarla del brazo y lanzarla hacia la multitud sacudiéndole un porrazo en la pantorrilla. Una actuación sin duda justificada.
Aquello pareció ser la llama que prendió la mecha. Debíamos ser todos terriblemente amenazantes y agresivos porque tuvimos que salir corriendo para evitar los golpes.
Imagen de El Periódico |
[EDITED - 01/09/2011]
De la misma forma en que se nos exige llevar un documento identificativo a nosotros y podemos terminar detenidos si no lo llevamos encima cuando nos paran, exigimos que sea visible la identificación de policía y antidisturbios.